El naturalista y geógrafo alemán Alexander von Humboldt es famoso no sólo por la corriente marina que lleva su nombre. Considerado el padre de la geografía moderna, Humboldt fue además un prolífico viajero, que reprodujo en sus libros las desconcertantes bellezas naturales de América. Una de sus colecciones, titulada "Voyage aux Règions Equinoxiales du Nouveau Continent", escrita en colaboración con el naturalista Aimé Bompland, es una de las más valiosas en su género. Fue publicada en 1799 en 30 tomos de gran tamaño, lujosamente encuadernados y con ilustraciones realizadas a mano con plumín y tinta de bellos colores. Se hicieron siete ejemplares de esa colección y sólo dos permanecen completas. Una está en la Biblioteca Nacional de París y la otra, aunque parezca mentira, en la biblioteca de la Fundación Miguel Lillo, aquí en Tucumán.
"Esta colección es uno de nuestros tesoros más valiosos. No sólo porque cada libro es una obra de arte en sí misma y porque pertenecieron a Lillo, sino porque es única en el mundo", señaló la directora de la biblioteca, Rosalina Corroto. A tal punto que ni siquiera Alemania posee una de estas obras. Y eso que Humboldt era alemán. "Hace unos años nos visitaron representantes de la embajada de Alemania y, cuando vieron la colección, se quedaron con la boca abierta. Después nos ofrecieron una verdadera fortuna por los libros, pero no se los vendimos ni se los venderemos. Estos libros son invaluables para nosotros y forman parte del patrimonio de los tucumanos", agregó.
La colección está resguardada en un armario de metal ubicado en uno de los anexos del último piso, junto al resto de los libros incunables que pertenecieron al sabio tucumano. "Este anexo es realmente una caja de sorpresas. Aquí están todos los ejemplares que nutrieron la existencia de Lillo", contó Corroto.
De todo, como en botica
Ubicada en el segundo piso del edificio en el que vivió el sabio, la biblioteca se originó con los libros que el mismo Lillo atesoraba, entre ellos, la colección de Humbodt. "Había acumulados más de 11.000 libros. Era un humanista por naturaleza y leía de todo en varios idiomas. Por eso, en esta biblioteca (que abarca varios anexos) existen no sólo publicaciones científicas, sino también ejemplares de literatura, geografía, poesía, teatro y, por supuesto, filosofía", declaró Corroto. Con el tiempo, y siguiendo ese espíritu humanista que tenía Lillo, el número de libros se multiplicó. "Hoy cuenta con más de 200.000 volúmenes, distribuidos en distintos anexos", enfatizó.
Uno de los ejemplares más antiguos es la "Naturalis Historiae Opus", de Cajus Plinius Secundus en edición de E. Cervicom, que data de 1524. "Está escrito en latín y posee ilustraciones hechas con pluma. Plinio era uno de los botánicos más famosos de la antigüedad y, como Lillo amaba la botánica, compraba este tipo de ediciones para leer en su idioma original", contó Corroto.
Otra de las joyas bibliográficas es el "Atlas Novus Sive Tabulae Geographicae", de Mattheo Seutter, editado en 1741 e iluminado a mano: "este libro es, de por sí, una obra maestra. Todos los mapas están dibujados y pintados a mano con una perfección tal que, a pesar del paso de los años, la pintura sigue luminosa, como si recién hubiera sido hecha".
También habitan los atestados anaqueles una copia de los "Comentarios reales de los Incas", de Garcilaso de la Vega, en su segunda edición realizada en 1602; y un ejemplar de "La anatomía de las plantas", de Nehemias Grew, editada en Londres en 1682.
Flora de valor
Otro de los orgullos de la fundación es contar, en su acervo bibliográfico, con más de 100 libros sobre floras de diferentes regiones del mundo, entre los que se destacan el "Prodomus Systematis Naturalis Regni Vegetabilis", de De Candolle, editado en 17 volúmenes entre 1824 y 1873 y el "Flora Brasiliensis", de Martius. Esto último, conformado por 40 volúmenes aparecidos entre 1840 y 1906, es considerado uno de los más grandes tratados botánicos del mundo.
La lista del patrimonio bibliográfico de incalculable valor artístico-científico es realmente larga. A las obras ya citadas se podrían agregar: "The botanical garden", de 1794, que posee hojas fileteadas en oro e ilustradas a mano por los más destacados pintores del "siglo de oro" de la Botánica (Turpin, Redoute, Edwards y otros); y los grabados de Blake en las obras de Charles Darwin (destacándose sobre todo los dibujos "Tornado" y "Fertilization of Egypt").
"Hacemos un esfuerzo enorme para mantener estos libros en excelente estado, aunque sabemos que no es suficiente. De hecho, conservar libres de polvo todos los anaqueles en los distintos anexos es una tarea titánica", reveló Corroto.
Tal vez la mejor manera de conservar una biblioteca sea usarla. Como el mismo Lillo lo hacía. Antonio Torres cuenta que, en una oportunidad, un periodista estupefacto ante la vastedad de la biblioteca le preguntó a Lillo: "¿y cómo hace doctor para conservarlos tan bien?". Y el sabio le contestó: "los hojeo, amigo, los hojeo".